Saturday 27 de July del 2024

El proyecto «Segunda Piel» muestra el trabajo del artista laudioarra Alberto Fernández

Actualizada junio 9th, 2023 a las 09:13
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En junio de 2023 la actividad “segunda piel” cumple su decimotercero mes, y como viene haciendo desde julio de 2022, vuelve a cambiar de epidérmis para mostrarnos el trabajo del artista laudioarra Alberto Fernández. 

Fernández estudia el grado de Artes de la UOC. En búsqueda de su estilo personal, encuentra en los procesos su pasión. Influido desde su juventud por las casas taller y centros autogestionados (Gaztetxes) de los alrededores, así como por sus familiares, fotógrafos de profesión.

En esta pieza se han combinado dos elementos: la señal de obligatoriedad y el concepto de utopía. Por un lado, la señal de obligatoriedad es un objeto con una forma común que asociamos con la necesidad de cumplir una acción obligatoria debido a las convenciones de circulación. Por otro lado, encontramos el concepto de utopía representado mediante la palabra escrita. Esta combinación nos sitúa ante la acción imperativa del ideal utópico.

Habitar la utopía plantea el desafío de imaginar el futuro desde el presente, haciendo que se desborden las potencias que se originan desde un imaginario diferente. Algo abierto y polisémico que nos incita a idear mundos mejores que aún nos quedan por inventar. Ampliar nuestra imaginación hacia un nuevo reparto de lo sensible alejado de los hábitos que limitan nuestras formas de vida. Para lograr lo inalcanzable en el futuro, debemos transformar el presente. Esto implica interrumpir nuestra percepción habitual del mundo y romper con las formas convencionales de entender la realidad, lo cual puede dar lugar a nuevas formas de pensar y sentir.

Parafraseando a Fredric Jameson, según el cual es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, pareciera que imaginar futuros peores nos haya quitado la capacidad de imaginar un porvenir mejor.

En primer lugar, se nos priva de nuestros recuerdos, y después, se nos despoja de nuestros rituales, reemplazandolos con los ritmos impuestos por el un turbo capitalismo. Cegados por el crecimiento constante nos olvidamos rápidamente de la realidad a la que nos enfrentamos durante la pandemia y, con ella, todos los nexos de unión tejidos y las potencias que pudieran devenir. Después de dos años, parece que nada hubiera cambiado. Nos encontramos en la misma situación o incluso peor. Las distopías parecen atrapar nuestra imaginación, haciéndonos creer que nuestros esfuerzos no tendrán beneficios.

Aquel desbordamiento de idear lo adverso ha sido proyectado hacia una visión distópica en donde los derechos laborales no existen, apoyada por regímenes autoritarios y fascistas. Dejándonos unos imaginarios de montes llenos de molinos eólicos y cárceles llenas de personas que se resisten.

Habitar la utopía aboga por reapropiarse del imaginario, el cual va configurando nuestra identidad, propia y colectiva, y de reconfigurar los códigos que van programando nuestras subjetividades. Lo que implica atender a las implicaciones exteriores que nos atraviesan y nos configuran, por ello, es imperativo atender a los nuevos códigos desde la multiplicidad, y no desde los hábitos adquiridos y proyectados por la rueda de la tradición, hackeando así nuestra capacidad de intuir lo ideal.

“Si solo imaginamos un futuro peor, el presente nos parecerá admisible y no lucharemos para cambiar las cosas.” (Martinez, Layna)

El mural permanecerá en la avenida Zumalakarregi, a la altura de la cuesta de San Roke, hasta finales de mes.

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