Javier Irabien ofrecerá mañana un encuentro coloquio con motivo de su exposición de makilas en el Museo de Orduña
Con motivo de la muestra de “Makilas con vida propia”, que acaba de inaugurar en el Museo de Orduña, el vecino y artesano, Javier Irabien, va a ofrece mañana un encuentro coloquio. Se celebrará a las 18h, será en castellano, y se llevará a cabo en la Sala 2 “Fede Ruiz” con acceso libre y un amplio aforo disponible.
La muestra, que está teniendo una gran acogida, se va a poder ver hasta el 14 de enero, en la Sala 3 del Museo.
En la exposición vamos a poder ver makilas, varas, bastones y cuernos, y piezas muy especiales como una cachaba construida con un junco chino, que esconde un hipómetro en su interior. Cuando se extrae de la cachaba es una regla que mide en milímetros y pulgadas rematada en una escuadra. Ha servido para medir caballos y es propia de tratantes de ganado. Javi la utiliza para medir a sus nietos.
Otro de sus trabajos a destacar es la makila de la alcaldía de Orduña, que se ha cedido para la exposición.
Javier Irabien
Javier Irabien nació en un caserío en Amurrio y desde muy joven vio que su padre tenía cierta habilidad con labores relacionadas con el campo y la ganadería, por lo que tenía todo tipo de herramientas y utensilios a su alcance. Su padre trabajaba la madera de muchas formas, y es ahí donde nace la inquietud de Irabien por el labrado de las makilas.
A partir de los 10-11 años empezó a hacer bastones para guiar al ganado, para ir al monte o para pasear, es decir, varas que destacaban por su utilidad. En casa siempre había un par de ellas que Irabien denomina como “las de los domingos”, nos cuenta que era lo mismo que “la ropa que te cambias para llevarla un domingo”.
Si bien es cierto que cada madera tiene su tratamiento específico, por lo general, sigue una metodología similar. El proceso para hacer una makila desde que empieza hasta que la considera lista para su uso dura un año. No es un proceso estrictamente necesario para elaborar una vara, cuyo fin es guiar al ganado, pero para hacer una cachaba resistente y vistosa es un factor muy importante.
La madera, cuenta Irabien, está viva, con el calor se dilata y con el frío se encoge, además de la humedad que ayuda a la hidratación. Es por ello que la makila tiene que pasar las cuatro estaciones en su molde, empezando normalmente en invierno ha de acostumbrarse a todo tipo de entornos climáticos antes de poder utilizarse. Es curioso que la madera siga viva al convertirse en makila, e Irabien cuenta que la madera “agradece” la humedad, “ha nacido y se ha criado en el monte así que todo aquello que ofrece la naturaleza que le puedas dar te lo va a agradecer, si vas al monte con una makila y la sostienes tras dejarla a remojo 10-15 segundos notarás que pesa más”.
Más que reciclar, Irabien habla de “dar una segunda oportunidad” a las makilas.
Considera que todo lo que nos ofrece la naturaleza tiene utilidad. Menciona la cantidad de fragmentos de cuernos de ciervo quebrados que ha adquirido para utilizar posteriormente a modo de empuñadura de bastón o de botellero. Partiendo de este ejemplo podemos hacernos una idea de la pericia de Irabien para elaborar diversos artilugios con materiales provenientes directamente de la naturaleza. Resulta irónico que actualmente se utilicen materiales indestructibles y no biodegradables para crear objetos desechables.
Es preciso enfatizar la importancia de los cuernos, ya que en esta exposición también apreciamos alguno que se puede tocar como un instrumento musical, hablamos de cuernos propios de la tradición de los montes bocineros. Dichos montes son cinco cumbres de Vizcaya (Gorbea, Ganekogorta, Oiz, Sollube y Kolitza) desde las cuales se convocaba a juntas generales del Señorío de Vizcaya.